Partimos desde Algeciras chino-chano en dirección a las tierras de los "mares de plástico", llegamos cansados a San José tras el palizón del curro semanal y las 5 horitas de coche, pero aún así tuvimos fuerzas para cenar e irnos a tomar unas copichuelas en uno de los dos únicos bares que vimos abierto en todo el pueblo junto al puerto deportivo.
El sábado lo dedicamos a bichear la zona. El mar estaba bravío, el viento soplaba con fuerza y un ligero chirimiri se dejaba caer de vez en cuando, dándole a la zona su puntito bohemio. Acabamos yendo a Rodalquilar por la tarde, donde comenzaba la entrega de dorsales, posamos cada uno con el suyo junto al cartel promocional, en él se trazaba el recorrido de la ruta que íbamos patear.
De vuelta a San José paramos en el mirador de la Amatista, La Isleta del Moro y el Castillo de San Felipe en Los Escullos, sitios de gran belleza dignos de visitar.
Debido al madrugón que nos esperaba al día siguiente, decidimos hacer recogimiento, concentrándonos pronto en el hostal a descansar.
Tras una breve charla sobre la prueba, algunas indicaciones sobre los avituallamientos y la importancia sobre el cuidado del parque nacional durante nuestra travesía, nos dejaron salir ansiosos para ir devorando kilómetros sobre las 8:30h.
Durante el trasncurso el tiempo "se portó" bastante, sólo hubo un momento de llovizna que no molestó en absoluto, incluso hubo tramos en los que nos acompañó "El Lorenzo", ese que no veíamos en la zona de Cádiz desde tiempos inmemorables.
Se notaba que la primavera despertaba de su letargo y entraba por todos los sentidos. Nada más salir nos envolvió un extraordinario olor a lavanda y romero, y tal y como nos dijo la mujer de la Oficina de Turismo el día anterior, Cabo de Gata parecía Asturias pero sin vacas. Todo era un hermoso manto verde salpicado por florecillas moradas y amarillas. Y para sorpresa de foráneos y lugareños, las ramblas de esta zona desértica eran pequeños riachuelos que buscaban el descenso hasta la costa.
Los kilómetros iban trasncurriendo, cada uno a su ritmo pero constantes, lo que hizo que la cadena de senderistas se estirará cada vez más. En los avituallamientos podíamos encontrar fruta (plátanos y naranjas), pastelitos, cereales y caramelos, además de agua y bebidas isotónicas, incluso en aquellos que decían que sólo habría agua, siempre se acompañaba de alguna chuchería.
Pasado el km 15, empezaron a adelantarnos los corredores, que salieron dos horas más tardes, sorteándonos y recibiendo nuestros ánimos.
El recorrido transcurrió por las Minas de Oro, El Cortijo del Fraile, Los Albaricoques, Las Presillas, Pozo de los Frailes, Boca de los Frailes y llegada a San José a través de su rambla.
Finalizamos nuestra caminata cansados, no hay que negarlo, pero con la satisfacción de haberlo conseguido.
En cuanto a las pegas para la organización, bueno, dar un punto negativo por empezar a desmontar la meta y comenzar el sorteo de regalos antes de que llegaran todos los participantes, estando previsto el cierre de meta para las 16:00. Es un gesto bastante feo para este tipo de pruebas que te venden como no competitivas y además... ¡¡¡NO NOS DIERON DE COMER!!! En carreras con menos presupuesto y coste de inscripción como la de Faraján o Alpandeire en Málaga, se hace una comida de convivencia o al menos un bocadillo con un refresco.
Quiero aprovechar para darle mi enhorabuena a Marisa "Chiquituja", que se estrenó en esto de machacar el cuerpo y la mente, sorprendiéndonos a todos con sus agayas.
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