NO SIENTO LAS PIERNAS

miércoles, 8 de julio de 2009

CABO DE GATA (17 - 22 de junio de 2009)



El pasado 17 de junio, “jartos, mu jartos” de los asuntos rutinarios, nos levantamos, nos liamos la manta a la cabeza, preparamos cuatro cosas y con dos duros, nos pegamos una escapada para desconectar a uno de nuestros paraísos, el Parque Natural de Cabo de Gata.


Cargados con las bicis, partimos con la intención de rodar por la ruta GR-92. Tomando de Campo Base el Camping Tau de San José, cuyo alojamiento elegido al azar, no nos decepcionó.


Día 1: San José-Cabo de Gata (53 Km)


Nos levantamos con el extraño zumbido de las moscas, cuya presencia persistió untuosamente durante toda nuestra estancia, aun así, no les llegamos a coger cariño, cosa que si ocurrió con los gorriones y las tórtolas del camping, invitados a diario a desayunar con nosotros. Estamos seguros que tras nuestra partida nos echarían de menos. Tras el café y las tostadas, preparamos un par de bocatas, el equipo, nos vestimos de romanos, trazamos la intencionada ruta y salimos dirección a Cabo de Gata.


Durante los primeros kilómetros, recorrimos la playa del Genovés y el Mónsul, de una increíble belleza, dos estampas típicas del Parque Natural. Las dejamos atrás y comenzamos la ascensión hasta La Torre de la Vela Blanca, cuyo carril está cerrado al tráfico, quedando libre para senderistas y cicloturistas. Durante el recorrido realizamos algunas paradas para admirar el entorno, donde el agua cristalina te hacía dudar si seguir pedaleando o bajar a las calas a darte un chapuzón. Lo dejaríamos para otro momento. Realizamos el descenso hasta llegar al faro de Cabo de Gata, en este enclave disfrutamos del Arrecife de las Sirenas, nos hicimos fotos de rigor y recogimos folletos del Punto de Información Turística.


Seguimos descendiendo hasta Las Salinas, de incalculable valor ecológico, echamos un vistazo en el observatorio de aves, a ver si teníamos suerte y veíamos algún flamenco rosa merodeando, pero no la hubo.


Pasamos una iglesia, cuya reconstrucción estaba programada para comenzar en el 2007, una pena, la pobre está que se cae a cachos, resaltando entre las salinas y la costa. Llegamos hasta la pedanía de Cabo de Gata, la cual no nos llamó mucho la atención. Allí hicimos la parada de avituallamiento y decidimos comenzar la vuelta por la misma zona.


Durante el regreso, medio día y un sol de justicia recalentando el asfalto, me vino a la cabeza el descenso que habíamos realizado, …ahora tocaba subir. Después de meses sin rodar, me dió la impresión de que Javi me quería poner las pilas en dos días, así que temiendo la subida entre el faro y la torre de la Vela Blanca,… ¡uff! aquello me pareció “Er Turmalé”. Pero ahí estaba Javi dándome ánimos en cada curva ¡vamos Aguerrida! (Será c., y él de rositas, a partir de ahora había que ponerse las pilas y ser más constante). Lo demás ya fue más llevadero, donde en el Genovés nos ganamos el ansiado remojón.


Regreso al Campo Base y merecida cena regada con zumo de cebada fresquito,…ummm gloria bendita. ¡Uy!, tenemos compañía, se llaman mosquitos. También nos acompañarían junto con las moscas durante la estancia, se iban a dormir unas y aparecían los otros.


Día 2: San José- La Isleta del Moro (33 Km)


Rodaríamos hacia el Norte, con la intención de llegar hasta Las Negras. Nos adentramos en el carril que nos dirigía hasta la playa de Cala Higuera, tras decidir que carril coger al pasar por una bifurcación, sabíamos que habíamos elegido el camino más corto, pero también el de mayor pendiente, por lo que tuvimos que echar la bici al hombro en algún tramo, pero dió igual, en ese aspecto estamos fuertes como los limones. Las vistas desde arriba del pueblo de San José y su costa eran espectaculares.


El carril que nos esperaba era bastante empedrado, bordeando en un primer tramo los acantilados acompañados por unas vertiginosas vistas, cosa que no le hacían mucha gracia Javi. Nos cruzamos con algunos senderistas y algún espontáneo con mucho valor al meter por allí su coche,… sin comentarios.

Pasamos por Los Escullos, y repusimos fuerzas ante unas relajantes vistas del mar en el mirador de La Isleta del Moro, dejando volar la imaginación, cuando en antaño fue refugio de piratas y en lo que hoy es un pintoresco pueblecito pesquero por donde pululan los turistas.


Nos quedaban aproximadamente unos 11km hasta llegar a Las Negras, desistiendo en nuestro objetivo de concluir allí nuestra ruta, ya que no existían carriles, sino carreteras locales cuyo tráfico en estas fechas era un poco denso, así que decidimos comenzar el regreso. En Los Escullos, vimos un cartel de senderismo con una ruta alternativa para volver a San José pasando por Pozo de Los Frailes, reduciendo los km y el desnivel del recorrido, terminándola con una ruta circular por otros rincones. Si en la ida pasamos por la costa, ahora volvíamos por el interior.


Refrescón en la playa de San José. Campo base, cena y cerveza. Paseo por el pueblo a ver los puestos de baratijas y helado de Mojito, por cierto estaba riquísimo.


Día 3: Cortijo del Fraile- Las Negras


Decidimos no sacar las bicis, por lo que cogimos la furgo y nos fuimos a investigar los carriles de la zona de las Minas de Oro, quizás para la próxima visita.


La primera visita fue al Cortijo del Fraile, lugar donde se rodó “Por un puñado de dólares”, realidad de una “España Profunda”. Decepcionados por lo que nos encontramos, un cortijo lleno de carteles “PROHIBIDO EL PASO EDIFICIO EN RUINAS” reflejo del olvido y la desidia de una zona deprimida que no han sabido conservar,… otros hubieran sacado partido y cobrado hasta la entrada a las cuatro piedras por donde paseó Clint Eastwood en el esplendor del Spaghetti Westem.


Visitamos los restos del poblado minero de San Diego y la industria donde se realizaba la extracción del Oro en Rodalquilar, de nuevo un edificio pendiente de restauración…


Terminamos nuestra visita en Las Negras, y de vuelta paramos en la Cala del Playazo, volviendo a la playa del Genovés, unade las que más nos gustó, aunque era domingo y ese día se encontraba masificada como el resto.


El 4º día, regreso a la cruda realidad… snif, snif… hasta la próxima.


No conocíamos Cabo de Gata y la verdad es que nos sorprendió gratamente su belleza, y la posibilidad de “rutas bicicleteras”. Tomamos nota para volver.


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